domingo, 7 de abril de 2013

Zafiro


Mi día comenzaba como otro lunes común, el agua fría de todas las mañanas en la ducha, las carreras típicas para llegar a tiempo a clase de dibujo, las conversaciones de rigor con mis amigos, y mis peleas cotidianas con las escalas del barrio al regresar a casa, nada en ese día que me indicara un cambio, ni una señal, ni un relámpago a destiempo, nada fuera de lo común, sin embargo, mi mundo tal como lo conocía estaba a escasos minutos de sufrir una completa transformación, en pocos segundos nada volvería a ser como antes.
Todo comenzó esa tarde de lunes del mes de febrero al ir de camino a mi trabajo nocturno, a las cuatro en punto salí trotando como todos los días, así tengo mi cuota diaria de ejercicio que me mantiene en forma y a la vez me permite llegar a tiempo al bar, pero justo una cuadra antes de llegar tuve que detenerme en seco, unos ojos de un profundo azul, tan oscuros como el mar me penetraron, esa mirada cálida, intensa, de una fuerza arrolladora hicieron que por unos segundos olvidara mis prisas, pero en seguida la bocina de un carro me hizo volver a la realidad, y sin embargo, aquellos ojos siguieron traspasándome; con pasos más lentos continué mi camino dedicándome a detallar a la dueña de aquella mirada arrolladora, una joven de no más de 20 años, quizá menos, de cabello negro, con un cuerpo de modelo, con 1,70 de estatura, vestía una gabardina de cuero negro, jeans vino tinto ajustados y botines de cuero negro, con un hermoso tono bronceado en su piel, toda una reina de belleza. La chica seguía mirándome, así que me acerqué a ella y antes que parpadeara le solté
-¿Puedo ayudarte en algo?
-no, gracias
-Ya, pues si no te has dado cuenta me llevas mirando fijamente por más de tres minutos, ¿me conoces de algo?
La joven bajó la mirada un poco nerviosa, pero con su voz de terciopelo me respondió
-Discúlpame por incomodarte, no es nada
Pero al ver que yo continuaba esperando una explicación satisfactoria añadió con un gesto divertido
-Me gusta tu camisa
Entonces me eché a reír por la evidente mentira, mi camisa no tenía nada de especial, un suéter normal de color gris, sin ningún estampado ni nada que resaltara, y por la manera de vestir de esta hermosura era totalmente absurdo que se fijara en mi ropa, esta mujer es todo un homenaje a la moda y el buen gusto, qué estoy diciendo, si parecía sacada de una pasarela y yo en cambio soy todo lo contrario, pero para no avergonzarla más, le guiñé el ojo y le dije
-ok, me alegro que te guste, me la puse solo para ti, encantada de conocerte, me llamo Lisa
-Zafiro, dijo tomando mi mano por toda respuesta.
Al contacto sentí como si una suave corriente eléctrica me tocara, la calidez y suavidad de su mano era tan agradable, ni en mis mejores fantasías había logrado recrear un encuentro como este, con una mujer tan hermosa tomando mi mano en medio de la calle. Estuve varios segundos en silencio, mirando sus ojos y sonriendo como tonta disfrutando el contacto, hasta que recordé que estaba a escasos metros del bar y que mi jefe no tardaría en aparecer así que acerté a decir
-Zafiro, lindo nombre, todo un placer conocerte y la verdad me encantaría continuar esta charla pero ya llego tarde al trabajo, así que espero que tengas una bonita noche
-Gracias Lisa
Y dejándola allí con una gran sonrisa terminé los pocos pasos que me faltaban y abrí la puerta, pero antes de entrar volteé para verla y ya no estaba, así que con mi sonrisa tonta entré directo a la ducha del vestidor para refrescarme y ponerme el uniforme, a los pocos minutos como ya lo esperaba llegó Santiago y mi jornada laboral siguió sin contratiempos. Pero a Santi, como cariñosamente le digo a mi jefe, nada se le escapa, así que enseguida que notó mi embobamiento me acribilló a preguntas
-¡Cuéntamelo todo!!!
-contarte qué
-si, no te hagas que te conozco querida, y esa carita me dice que hay alguna bella dama por ahí
-ay Santi, siempre lo he dicho eres brujo
-ajá, cómo se llama
-Zafiro
-¡Qué!! ¿Fuiste acaso a una joyería?
-jajajaja… no Santi, ese es su nombre
-oh por Dios, dónde la conociste
-pues hace unos diez minutos antes de entrar, estaba allí en la esquina
-No me digas, desde cuándo tratas con vagabundas
-jajaja.. ¿Y qué te hace pensar que era una vagabunda? Pues no, una jovencita, de unos veinte o menos, con unos ojazos azules bellísimos, cuerpo de infarto y sin duda con un diseñador privado en su armario, que se quedó prendada de mi camisa.
-jajajajajajaja… si, claro, tu camisa
-mi camisa. Eso me dijo
-ok, y le pediste el número de teléfono al menos?
-pues no
Y haciendo su típico escándalo fue dando gritos y manoteando
-Por dios Lisa, se te aparece una belleza y la dejas escapar, es que estás lista para irte al convento o qué, cuánto tiempo más vas a durar en abstinencia, mira que ese cuerpecito tuyo necesita cariñitos de vez en cuando, pero no, tu vas desaprovechando oportunidades a diestra y siniestra!!!
Me eché a reír, terminé de acomodar las mesas y me acerqué a la barra donde estaba él acomodando los vasos
-Relájate Santi, al que le van a dar le guardan, no te preocupes, además ¿qué posibilidades tengo con una reina de belleza?, mejor cuéntame cómo van tus preparativos con Sebastián, ¿ya compraste el traje?
-No querida, no me cambies el tema, lo mío con Sebas va sobre ruedas, pero te advierto, a mi boda no vas sin compañía, así que tienes un mes para conseguirte una novia, o de lo contrario ni te aparezcas, no quiero solteronas revoloteando por ahí, son de mal agüero
Abrí mis ojos sorprendida y divertida a la vez con semejante ocurrencia
-Ok Santi, no te preocupes, te enviaré flores por correo
Y sonriendo abrí la puerta, ya comenzaban a llegar los primeros clientes.
Terminé exhausta, sin embargo el camino de regreso lo hice a paso lento, la fría madrugada de Medellín iba quitando mi cansancio, respiré profundo llenando mis pulmones y disfrutando de la suave brisa que me acariciaba, llevaba poco camino recorrido y la sensación de ser vigilada se apoderó de mí, miré a todos lados, pero las calles estaban desiertas, quedaban diez cuadras enormes hasta mi casa y tuve que acelerar el paso, aunque al mirar no había nadie sentí que me seguían. Al fin llegué, sudorosa y más cansada aún, pero debía aprovechar esas escasas tres horas de sueño, así que después de una rápida ducha que relajó mis músculos caí en la cama y me dormí en seguida.

Escrito por Lis... Todos los derechos reservados 

6 comentarios: