lunes, 9 de septiembre de 2013

Zafiro 7

Así fueron pasando las horas sin darme cuenta, me llevó primero a una terraza desde la que pudimos contemplar la luna y las estrellas, y donde tomamos el postre, otra de sus exquisitas recetas hecho a base de café y licor, luego de mostrarme todas las constelaciones que podíamos ver me fue mostrando todas las estancias de la casa, hasta terminar en una acogedora sala bebiendo del vino más delicioso que había probado en mi vida, bueno, no es que yo fuera una experta en la materia, pero aun así mi torpe paladar me decía que no estaba probando cualquier cosa, debía ser como todo lo de Zafiro, lo mejor de lo mejor.

Lo que sí era cierto es que cada minuto que pasaba en su compañía era como una droga para mí, ya no me importaban sus historias absurdas,  ni si eran ciertas o no, no me importaba nada más que estar junto a ella, disfrutar del sonido de su voz, del brillo de sus ojos, de sus movimientos tan sensuales y elegantes al andar, de su extravagancia y su aparente egolatría, pues no hacía más que hablar de sí misma y sus incontables viajes y conocimientos, pero eso me encantaba y me sorprendía a la vez, pues normalmente me aburro a los dos segundos de estar con alguien que no hable sino de sí mismo, pero no con Zafiro, no me aburría sino que deseaba que continuara contándome su vida aunque la mayor parte de las cosas que decía me parecieran historias de ciencia ficción. O tal vez no fuera todo tan descabellado, tal vez hubiera en todo eso algo o mucho de verdadero, solo que, bueno, yo temía por mi propia salud mental y ejercía mi derecho a la duda.

Una cosa no había tocado y me interesaba muchísimo, era el tema del amor, quería saberlo todo, si se había enamorado alguna vez, si lo estaba en el presente, y sobre todo cuáles eran sus preferencias, pero más aún su postura frente a la homosexualidad, pues aunque creo que ya lo sabía sobre mí, quería dejárselo muy claro, para evitar inconvenientes y particularmente para sopesar mis posibles estrategias. Me descubrí a mí misma luchando por mantener la compostura, una parte de mí deseaba a Zafiro, la otra parte, más racional, me decía que aquella hermosura estaba totalmente demente y cuanto antes la sacara de mi camino mejor.

Mis pensamientos comenzaron a luchar para poder mantener la cordura, al parecer el vino no es que ayudara mucho y mis hormonas sobre estimuladas tampoco, ella estaba de espaldas a mí seleccionando música para ambientar la sala, no llevaba allí más que unos segundos, pero ya mi mente había volado demasiado y reconocerlo me había puesto roja de la vergüenza. Interiormente estaba feliz de que Zafiro al parecer se hubiera olvidado del reloj, pues no solo ella, como era evidente, estaba disfrutando del momento, también yo ya no podía apartar mis ojos de su perfecta figura, y forzaba a mi cerebro para encontrar las palabras oportunas y no echarlo todo a perder con mi acostumbrada torpeza. Pocos segundos después, en pleno diálogo interno ella volvió hacia mí con su mirada penetrante y su cálida sonrisa, una bella melodía comenzó a oírse, era un chelo solitario con sus acordes majestuosos, íntimos, suaves, súbitamente tuve la impresión de que había dejado a propósito esta sala, el vino y la pieza musical para el último momento, algo importante estaba a punto de suceder, aunque no pudiera descubrir con certeza de qué se trataba. Lentamente se acercó hacia mí y tomó asiento en el sillón que estaba justo al frente, sin dejar de sonreírme escrutaba minuciosamente el más mínimo gesto que yo realizara, como si estudiara mi respiración y encontrara en ese acto tan simple algo extraordinario, yo a mi vez estaba como hipnotizada por sus ojos, mi corazón comenzó a latir frenéticamente y por un momento todo a mi alrededor desapareció, solo estaba ella, solo ella y su embriagador aroma.

-Lisa, ¿qué sucede, por qué de repente tu corazón se ha puesto tan frenético?

Su voz me llegó como un eco lejano, tardé algunos segundos en comprender que estaba preocupada por mí, si definitivamente el vino ya estaba surtiendo efecto y eso no era bueno, no era nada bueno, quería estar cien por ciento consciente de todo, no perderme nada, no podía beber un sorbo más de vino, no en vano Santi se burlaba de mí diciendo que era la primera mesera del mundo en emborracharse con el olor de las botellas, debido a mi poca resistencia al alcohol, él sabía que bastaban solo dos copas para embriagarme y no pocas veces se había aprovechado de esa debilidad mía para hacerme pasar vergüenzas en las fiestas familiares y entre mis amigos. Claro y si hacía cuentas eran mucho más de dos copas las que había bebido ya con Zafiro en la cena, en la terraza, y ahora, obviamente ya había sobrepasado con creces los límites tolerables de alcohol que podía ingerir… ah ¿por qué no puedo beber tranquilamente como el resto de los mortales? ¿Por qué tenía que estropear este momento maravilloso con mi intolerancia alcohólica?

-Lisa… ¿Lisa? ¿Te encuentras bien?
-¿qué? …. Ah si, estoy perfectamente… solo es… eh… el vino…
-¡cómo! Si apenas lo has probado
-No soy buena con las bebidas alcohólicas… creo que ya he pasado mi límite de copas esta noche
-lo dices como si te hubieras bebido un barril entero
-¿y todo lo que bebimos durante la cena?
-Eso no cuenta
-Ya… bueno, no me goces… es… es que me embriago con demasiada facilidad
-increíble, ¿y tú trabajas en un bar?
-eh… sip
-oh, qué interesante, hasta se te han subido los colores, y de repente te ha entrado un ataque de timidez… jajajaja… ya, tranquila, no intento embriagarte, desde este momento cero alcohol para ti, déjame servirte un té helado, eso te pondrá bien ya verás
-¡No!, no… no te preocupes, estoy bien
-aha, no mujer, déjame atenderte, ya verás que estarás mejor, dame esa copa, ni un sorbo más.

Ya está, eché a perder el momento mágico con mi estupidez, seguro que ahora ella me mandará a dormir. Ah detesto el alcohol, lo odio por tener ese efecto en mí.

A los pocos segundos Zafiro estaba de nuevo junto a mí con una taza humeante, pero al verme no pudo reprimir una sonrisa

-Bueno Lisa, eres inmune a mí pero demasiado sensible al alcohol
-no le veo el chiste
-ya tranquila, tómate esto y estarás como nueva

Hice un esfuerzo por sentarme mejor y no fue buena idea, de pronto todo estuvo al revés y mi cabeza pesaba una tonelada, mi falta de equilibrio no pasó desapercibida para Zafiro quien dejando la taza en la mesita se inclinó sobre mí

-Ven, creo que estarás mejor si te recuestas un rato, solo es mareo, ya se te pasará

Ya está, me mandó a dormir, oh pero no podía arruinarlo más. Y sin esperar respuesta de mi parte ella puso mis brazos alrededor de su cuello y me levantó en los suyos sin el menor esfuerzo, como si en vez de 60 kilos llevara abrazada una almohada, obviamente aquel movimiento empeoró mi mareo y mi reacción inmediata fue esconder mi cabeza entre su pecho.

Debo reconocer que hasta entonces no le veía ningún beneficio a mi borrachera, pero al estar entre sus brazos me sentí recompensada por ser tan patosa, su aroma me inundaba y ya pasado el malestar inicial no quise apartar el dulce contacto, la abracé no ya inconscientemente sino con mayor firmeza, sabiendo que pronto me dejaría en una cama, anhelé que dicha cama estuviera en el fin del mundo con tal que se prolongara aquel abrazo. Pero a los pocos minutos ya habíamos llegado a una habitación  donde me puso delicadamente sobre la cama, yo seguía abrazada a ella y en un instante mis instintos reaccionaron por mí buscando prolongar más la agradable sensación del calor de su piel, así que la atraje hacia mí y ella por estar desprevenida o por no tener un punto de apoyo firme cayó sobre mí en la cama, su boca quedó a escasos milímetros de la mía, distancia que me apresuré a salvar con un tímido beso.

En ese breve momento el mundo se detuvo, y al parecer ahora la que entró en shock fue Zafiro quien estaba totalmente paralizada sobre mí, no puedo describir la sensación de euforia que me invadió, ese corto beso fue el remedio de todos mis males, mi mente recobró la lucidez y mis labios se curvaron en una abierta sonrisa de victoria, con mayor delicadeza esta vez deslicé mis manos hasta su cuello y la besé de nuevo, sin temor, con mayor ternura disfrutando la dulzura de su aliento y la suavidad de sus labios entreabiertos por la sorpresa, pero que poco a poco cobraron vida y respondieron a mi beso con la ternura y timidez propia de quien da y recibe su primer beso, nada más importó para mí, todo lo demás desapareció.



Mis manos bajaron por su espalda haciendo más íntimo el contacto entre nosotras, sin romper el mágico beso y pude sentir en qué momento ella fue dejando la tensión hasta que se relajó por completo y el beso fue aumentando en intensidad y el fuego que venía ardiendo en mi interior toda esa noche se desató sin control, mis manos buscaron su piel  apartando la ropa que sobraba en esos momentos, mientras nuestras bocas se fundían en un beso cada vez más apasionado. Ella había quedado desnuda sobre mí, su piel en mis manos se sentía como una cálida corriente eléctrica que enviaba constantes ondas de placer a las yemas de mis dedos, su boca ni para qué describirlo, no hay palabras que expresen el torrente de sensaciones y emociones que sus besos me provocaban. 

Suavemente invertí nuestras posturas y quedé sobre ella con la libertad necesaria para despojarme de mi ropa y quedar en igualdad de condiciones, y así lo hice sin romper el beso, como si fuera una contorsionista de toda la vida mi ropa desapareció en un instante, y nos fundimos en un solo ser, nuestra danza íntima aumentaba en intensidad y armonía, no era simple placer, que ya había pasado todos los límites que creía poder experimentar, me entregué de la manera más total que pude hacerlo, sentí esa conexión de corazones, no solo nuestros cuerpos se fundían, también lo hacían nuestras almas en un acto purísimo de entrega mutua, de amor perfecto. Mi mente ya había perdido la batalla y fue mi corazón el que eclosionó repleto de felicidad y de amor, pues desde que su mirada me detuvo aquella tarde ya la amaba, pero la resistencia que mi mente había puesto  al fin se había derribado con el primer beso. Ya era suya y ella mía, hermosa realidad concretada de la manera más sublime y perfecta.