martes, 7 de febrero de 2012

Lo que pasa en mi silencio

Una brisa helada congela mis dedos mientras camino hacia la universidad, la frescura de la mañana parece una suave caricia que limpia mi mente; respiro, siento, vivo... Una a una las horas van dejando silenciosas el reloj, el sol hoy ha brillado con toda su luz inyectando su energía en cada poro de mi piel. Aún así la danza de la vida parece bailar en silencio, como un gesto mudo, como una obra teatral sin espectador....Y siento el silencio como un manto que me cubre y me invita a escuchar mi propio corazón. El silencio, mi amigo fiel y confidente, al que no se le escapa el más fugaz de mis pensamientos, con su dedo invisible me señala mis verdades, aquellas que sé, pero que prefiero ignorar, él las pone ante mis ojos para que no huya de mí misma, se pone frente a mí, para que me vea como en un espejo en toda mi desnudez más íntima. Y en el centro de todo: mis afectos, por los que gozo y sufro, los responsables de mis risas y mi llanto.
He mirado cada emoción atentamente, cada sentimiento, cada estado de mi ánimo, y hay uno en especial que me deja atónita, ¿Cómo es posible que uno solo de ellos me haga conocer la dicha y el dolor juntos? he interrogado al amor, y me ha dicho: no soy el responsable de tu llanto, sino de tu dicha, porque cuando yo estoy presente puedes conocer la verdad profunda de las personas y las cosas, gracias a mí puedes apreciar la auténtica belleza de todo lo que te rodea; pero cuando lloras es porque me olvidas, porque no me dejas acompañarte. Lloras porque crees que me has perdido al no poder alcanzar el objeto de tus deseos, porque al igual que un niño quieres poseer en lugar de contemplar. Si contemplas te admiras, conoces profundamente y podrás amar sin dolor, pero si te obstinas en poseer no habrán lágrimas que desahoguen tu sufrimiento.
Si, hoy al conversar con el amor he comprendido que tiene válidas razones, pero eso es porque estuvimos muy filosóficos en la discusión. En la realidad de mi carne siento en cambio, que el amor es a la vez dulce y amargo, que tal vez esa pureza de la que me habló, se experimente pocas veces, pero que es uno de los sentimientos y estados afectivos que le otorgan verdadero valor a esta existencia. Lo auténticamente sorprendente, es que son muy pocas las personas que lo logran despertar, hay tanta gente a mi alrededor, pero no, solo una mujer es la que ha desbocado la marea de mis afectos encabezados por el amor.

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