Así fueron
pasando las horas sin darme cuenta, me llevó primero a una terraza desde la que
pudimos contemplar la luna y las estrellas, y donde tomamos el postre, otra de
sus exquisitas recetas hecho a base de café y licor, luego de mostrarme todas
las constelaciones que podíamos ver me fue mostrando todas las estancias de la
casa, hasta terminar en una acogedora sala bebiendo del vino más delicioso que
había probado en mi vida, bueno, no es que yo fuera una experta en la materia,
pero aun así mi torpe paladar me decía que no estaba probando cualquier cosa,
debía ser como todo lo de Zafiro, lo mejor de lo mejor.
Lo que sí era
cierto es que cada minuto que pasaba en su compañía era como una droga para mí,
ya no me importaban sus historias absurdas, ni si eran ciertas o no, no me importaba nada
más que estar junto a ella, disfrutar del sonido de su voz, del brillo de sus
ojos, de sus movimientos tan sensuales y elegantes al andar, de su
extravagancia y su aparente egolatría, pues no hacía más que hablar de sí misma
y sus incontables viajes y conocimientos, pero eso me encantaba y me sorprendía
a la vez, pues normalmente me aburro a los dos segundos de estar con alguien
que no hable sino de sí mismo, pero no con Zafiro, no me aburría sino que
deseaba que continuara contándome su vida aunque la mayor parte de las cosas
que decía me parecieran historias de ciencia ficción. O tal vez no fuera todo
tan descabellado, tal vez hubiera en todo eso algo o mucho de verdadero, solo
que, bueno, yo temía por mi propia salud mental y ejercía mi derecho a la duda.
Una cosa no
había tocado y me interesaba muchísimo, era el tema del amor, quería saberlo
todo, si se había enamorado alguna vez, si lo estaba en el presente, y sobre
todo cuáles eran sus preferencias, pero más aún su postura frente a la
homosexualidad, pues aunque creo que ya lo sabía sobre mí, quería dejárselo muy
claro, para evitar inconvenientes y particularmente para sopesar mis posibles estrategias.
Me descubrí a mí misma luchando por mantener la compostura, una parte de mí
deseaba a Zafiro, la otra parte, más racional, me decía que aquella hermosura
estaba totalmente demente y cuanto antes la sacara de mi camino mejor.
Mis
pensamientos comenzaron a luchar para poder mantener la cordura, al parecer el
vino no es que ayudara mucho y mis hormonas sobre estimuladas tampoco, ella estaba
de espaldas a mí seleccionando música para ambientar la sala, no llevaba allí
más que unos segundos, pero ya mi mente había volado demasiado y reconocerlo me
había puesto roja de la vergüenza. Interiormente estaba feliz de que Zafiro al
parecer se hubiera olvidado del reloj, pues no solo ella, como era evidente,
estaba disfrutando del momento, también yo ya no podía apartar mis ojos de su
perfecta figura, y forzaba a mi cerebro para encontrar las palabras oportunas y
no echarlo todo a perder con mi acostumbrada torpeza. Pocos segundos después,
en pleno diálogo interno ella volvió hacia mí con su mirada penetrante y su
cálida sonrisa, una bella melodía comenzó a oírse, era un chelo solitario con
sus acordes majestuosos, íntimos, suaves, súbitamente tuve la impresión de que
había dejado a propósito esta sala, el vino y la pieza musical para el último
momento, algo importante estaba a punto de suceder, aunque no pudiera descubrir
con certeza de qué se trataba. Lentamente se acercó hacia mí y tomó asiento en el
sillón que estaba justo al frente, sin dejar de sonreírme escrutaba
minuciosamente el más mínimo gesto que yo realizara, como si estudiara mi
respiración y encontrara en ese acto tan simple algo extraordinario, yo a mi
vez estaba como hipnotizada por sus ojos, mi corazón comenzó a latir
frenéticamente y por un momento todo a mi alrededor desapareció, solo estaba
ella, solo ella y su embriagador aroma.
-Lisa, ¿qué
sucede, por qué de repente tu corazón se ha puesto tan frenético?
Su voz me llegó
como un eco lejano, tardé algunos segundos en comprender que estaba preocupada
por mí, si definitivamente el vino ya estaba surtiendo efecto y eso no era
bueno, no era nada bueno, quería estar cien por ciento consciente de todo, no
perderme nada, no podía beber un sorbo más de vino, no en vano Santi se burlaba
de mí diciendo que era la primera mesera del mundo en emborracharse con el olor
de las botellas, debido a mi poca resistencia al alcohol, él sabía que bastaban
solo dos copas para embriagarme y no pocas veces se había aprovechado de esa
debilidad mía para hacerme pasar vergüenzas en las fiestas familiares y entre
mis amigos. Claro y si hacía cuentas eran mucho más de dos copas las que había
bebido ya con Zafiro en la cena, en la terraza, y ahora, obviamente ya había
sobrepasado con creces los límites tolerables de alcohol que podía ingerir… ah
¿por qué no puedo beber tranquilamente como el resto de los mortales? ¿Por qué
tenía que estropear este momento maravilloso con mi intolerancia alcohólica?
-Lisa… ¿Lisa?
¿Te encuentras bien?
-¿qué? …. Ah
si, estoy perfectamente… solo es… eh… el vino…
-¡cómo! Si
apenas lo has probado
-No soy buena
con las bebidas alcohólicas… creo que ya he pasado mi límite de copas esta
noche
-lo dices como
si te hubieras bebido un barril entero
-¿y todo lo que
bebimos durante la cena?
-Eso no cuenta
-Ya… bueno, no
me goces… es… es que me embriago con demasiada facilidad
-increíble, ¿y
tú trabajas en un bar?
-eh… sip
-oh, qué
interesante, hasta se te han subido los colores, y de repente te ha entrado un
ataque de timidez… jajajaja… ya, tranquila, no intento embriagarte, desde este
momento cero alcohol para ti, déjame servirte un té helado, eso te pondrá bien
ya verás
-¡No!, no… no
te preocupes, estoy bien
-aha, no mujer,
déjame atenderte, ya verás que estarás mejor, dame esa copa, ni un sorbo más.
Ya está, eché a
perder el momento mágico con mi estupidez, seguro que ahora ella me mandará a
dormir. Ah detesto el alcohol, lo odio por tener ese efecto en mí.
A los pocos
segundos Zafiro estaba de nuevo junto a mí con una taza humeante, pero al verme
no pudo reprimir una sonrisa
-Bueno Lisa,
eres inmune a mí pero demasiado sensible al alcohol
-no le veo el
chiste
-ya tranquila,
tómate esto y estarás como nueva
Hice un
esfuerzo por sentarme mejor y no fue buena idea, de pronto todo estuvo al revés
y mi cabeza pesaba una tonelada, mi falta de equilibrio no pasó desapercibida
para Zafiro quien dejando la taza en la mesita se inclinó sobre mí
-Ven, creo que
estarás mejor si te recuestas un rato, solo es mareo, ya se te pasará
Ya está, me
mandó a dormir, oh pero no podía arruinarlo más. Y sin esperar respuesta de mi
parte ella puso mis brazos alrededor de su cuello y me levantó en los suyos sin
el menor esfuerzo, como si en vez de 60 kilos llevara abrazada una almohada,
obviamente aquel movimiento empeoró mi mareo y mi reacción inmediata fue
esconder mi cabeza entre su pecho.
Debo reconocer
que hasta entonces no le veía ningún beneficio a mi borrachera, pero al estar
entre sus brazos me sentí recompensada por ser tan patosa, su aroma me inundaba
y ya pasado el malestar inicial no quise apartar el dulce contacto, la abracé
no ya inconscientemente sino con mayor firmeza, sabiendo que pronto me dejaría
en una cama, anhelé que dicha cama estuviera en el fin del mundo con tal que se
prolongara aquel abrazo. Pero a los pocos minutos ya habíamos llegado a una
habitación donde me puso delicadamente
sobre la cama, yo seguía abrazada a ella y en un instante mis instintos reaccionaron
por mí buscando prolongar más la agradable sensación del calor de su piel, así
que la atraje hacia mí y ella por estar desprevenida o por no tener un punto de
apoyo firme cayó sobre mí en la cama, su boca quedó a escasos milímetros de la
mía, distancia que me apresuré a salvar con un tímido beso.
En ese breve
momento el mundo se detuvo, y al parecer ahora la que entró en shock fue Zafiro
quien estaba totalmente paralizada sobre mí, no puedo describir la sensación de
euforia que me invadió, ese corto beso fue el remedio de todos mis males, mi
mente recobró la lucidez y mis labios se curvaron en una abierta sonrisa de victoria,
con mayor delicadeza esta vez deslicé mis manos hasta su cuello y la besé de
nuevo, sin temor, con mayor ternura disfrutando la dulzura de su aliento y la
suavidad de sus labios entreabiertos por la sorpresa, pero que poco a poco
cobraron vida y respondieron a mi beso con la ternura y timidez propia de quien
da y recibe su primer beso, nada más importó para mí, todo lo demás desapareció.
Mis manos
bajaron por su espalda haciendo más íntimo el contacto entre nosotras, sin
romper el mágico beso y pude sentir en qué momento ella fue dejando la tensión
hasta que se relajó por completo y el beso fue aumentando en intensidad y el
fuego que venía ardiendo en mi interior toda esa noche se desató sin control,
mis manos buscaron su piel apartando la
ropa que sobraba en esos momentos, mientras nuestras bocas se fundían en un
beso cada vez más apasionado. Ella había quedado desnuda sobre mí, su piel en
mis manos se sentía como una cálida corriente eléctrica que enviaba constantes
ondas de placer a las yemas de mis dedos, su boca ni para qué describirlo, no
hay palabras que expresen el torrente de sensaciones y emociones que sus besos
me provocaban.
Suavemente invertí nuestras posturas y quedé sobre ella con la
libertad necesaria para despojarme de mi ropa y quedar en igualdad de
condiciones, y así lo hice sin romper el beso, como si fuera una contorsionista
de toda la vida mi ropa desapareció en un instante, y nos fundimos en un solo
ser, nuestra danza íntima aumentaba en intensidad y armonía, no era simple
placer, que ya había pasado todos los límites que creía poder experimentar, me
entregué de la manera más total que pude hacerlo, sentí esa conexión de
corazones, no solo nuestros cuerpos se fundían, también lo hacían nuestras
almas en un acto purísimo de entrega mutua, de amor perfecto. Mi mente ya había
perdido la batalla y fue mi corazón el que eclosionó repleto de felicidad y de
amor, pues desde que su mirada me detuvo aquella tarde ya la amaba, pero la resistencia que mi
mente había puesto al fin se había derribado con el
primer beso. Ya era suya y ella mía, hermosa realidad concretada de la manera
más sublime y perfecta.